No me da la vida

A veces nos fijamos sólo en lo que podemos ver. La física cuántica nos explica muchas cosas, pero no todas. Nunca nos dirá los misterios que guarda donde estamos, lo que implica responsabilizarse de uno mismo; hasta ahora, vivimos condicionados por la idea de no tener ningún control sobre la realidad, pero por otro lado la ciencia nos dice que lo que ocurra en nuestro interior, creará lo que ocurra en el mundo.

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Lo real está condicionado por y para nosotros. En este saco podríamos meter a todos los protagonistas de nuestra historia, a todos los protagonistas en general.

Hoy en día, con esta maldita pandemia, adquiría más significado nuestra “capacidad de superar lo imposible. Y contamos estos momentos. Estos momentos cuando nos atrevemos a apuntar más alto, para romper las barreras, para alcanzar las estrellas, para hacer lo desconocido, conocido”.

En definitiva, no todo lo que vemos, expresa la verdadera realidad de nuestros sentimientos. Tenemos que ir más allá de lo que vemos y tenemos la oportunidad de influir en el otro.

Desde mi punto de vista es una fortuna para aquellos que ven algo más que las evidencias y tienen la capacidad de interpretar algo más.

Estas son algunas de las cosas que reflexionaba Pedro cuando oía a Víctima decir, “no tengo medios, no tengo equipo, no me dan relevancia ni prioridad, no tengo dedos para contar lo que me falta”. Esto primero depende de ellos y no de mí. Y la famosa frase que tantas veces hemos escuchado “No me da la vida”. En definitiva, la culpa es de los demás, nunca mía.

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Caminaba altivo por la oficina y si alguien se detenía era desafiante. “Soy como soy, ¿no te gusta? No me importa, no trabajo para complacerte”

Era curioso de observar su comportamiento.

  • No llegaba precisamente de los primeros a la oficina, más bien de los últimos.
  • Eso sí, era probablemente de los últimos en salir, casi cinco minutos después de Margarita o del Director General.
  • Cuando le pedías ayuda, resoplaba, tomaba nota y decía que “tenía mucho lío” pero que cuando encontrara un hueco te lo resolvía. Podrían pasar dos semanas ante lo cual tu ya habías buscado plan B.
  • Era dueño de su trabajo, más que dueño propietario, hasta en momentos de bonanza Margarita le había puesto un becario que se fue aburrido al poco de entrar.
  • Pedir ayuda no estaba en su diccionario.
  • Nadie sabía muy bien qué hacía, aunque todo el mundo le veía a todas horas con una sensación de agobio que pese a su carácter daba lástima.
  • Pensando en las tareas que hacía, ninguna de ellas daba valor, y en esto si voy a apoyarme de las ciencias, porque ni mejoraba las ventas ni el EBIDTA.

Víctima podía seguir así eternamente, ni siquiera Margarita le había podido parar los pies, y es que pese a su “mala vida” generaba unas endorfinas que le hacían sentirse orgulloso frente a los demás, así como sentirse auto reforzado. Es por todo ello que la física cuántica nunca explicaría el valor de Víctima para la empresa Karpal o para cualquier compañía.

¿Cuántos Víctimas tenéis en vuestros trabajos?

Os diré un secreto, ellos nunca sabrán que lo son.

 

Epílogo. Ella

Ella (Sinhala: ඇල්ල; Lit. «cascada de agua»; Tamil: எல்ல) es una pequeña ciudad en el distrito de Badulla de la provincia de Uva, Sri Lanka

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Por el espejo retrovisor la vemos,

orgullosos y siempre sonriendo

la enana ya se quedará con nosotros para siempre

suena Izal

Esto no es para Ella, sino para ti

 

Eres tan bella que tu imagen nunca te hizo justicia

tu sensibilidad resulta ser el instrumento mejor afinado

pero si hay algo que destaca en ti es el amor

 

cuando entrabas en el coche

y mirabas colocarte el cinturón, ya solo pensabas en el beso

ese gesto serio y callado

con el que gritabas

ya no puedo vivir sin ti

 

No tengas miedo

El avión saldrá, solo tienes que cogerme de la mano

Va con retraso, pero llegarás a Ella

y si la rotonda está llena

encontrarás el camino cogido a mi cintura

lo veremos sentados desde esa roca o en ese banco frente al mar

 

Nada fue fácil

los momentos duros llegaron

pero supiste de nuevo agarrarte

para no dejar esta poesía inacabada

el resultado

La enana, tu enana, nuestra enana.

Ella

 

 

«La mujer de verde

se ha vuelto a poner el traje

para rescatarme”

Negociar con empatía

Mi reacción con Margarita era intentar no dañarme, de la manera errónea ahora lo veo así, y era no decir la verdad sobre ciertas cosas del trabajo para no generar un conflicto. ¿problema mío? Probablemente si pero muchas veces la mente humana te da la mala pasada de tratar de evitar un conflicto tengamos razón o no. ¿Quién tiene razón? Es difícil saberlo pues creo que en el respeto hay que entender al otro, nadie puede entender al otro salvo que lleve los zapatos del otro desde el nacimiento, pero muchas veces la condición humana nos lleva a que pongamos por delante nuestra razón y nuestro propio orgullo. Recuerdo otra de las enseñanzas de mis padres cuando era pequeño, la verdad que no recuerdo en qué mentí, pero tras horas de comprensión y tesón consiguieron no que dijera la verdad sino lo más importante que contara porque no lo había dicho tal cual. Esto me dio una lección de vida que jamás olvidaré y que espero trasladar alguna vez. La sabiduría no es decir la verdad es conseguir entender qué hace que no la hayas dicho al principio.

Esto me dio una increíble empatía a lo largo de mi vida.

El orgullo es un stopper hacia seguir avanzando en una empresa pero en realidad no creo que haya personas malas, sino que la vida nos hace llevarnos a un comportamiento que otros enjuiciamos como malo. Bajo mi punto de vista, son prejuicios.

¿Cómo negociar a nivel profesional y quien sabe si a nivel “emocional”?

  • El objetivo de la preparación no es otro que identificar de forma exacta qué es lo que se pretende con la negociación. Mi reto era conseguir que por fin las cosas funcionaran tal cual había diseñado.
  • Existe también un plan alternativo en caso de no conseguir lo primero. Tal vez no conseguiría el nivel 11 del satisfayer de Margarita pero si consiguiera entenderme, no sería poco.
  • ¿Qué buscamos? El engagement que buscábamos dentro de la empresa.
  • Alternativas en tener claro qué otra cosa se haría en el caso de que la negociación no tuviera éxito. Creo que nadie me enseño otro cosa que luchar cuando el objetivo lo tengo claro.
  • Generar todas las soluciones posibles, a veces no es a la primera, ni a la segunda pero si se tiene claro el hilo rojo no te puedes rendir.
  • Acuerdos que consisten en priorizar opciones según la satisfacción (¿nivel de satisfacción 7 satisfayer?) o según la realidad (gracias por concursar e inténtalo a la siguiente.).
  • Tener en cuenta que los acuerdos suponen un fuerte compromiso entre dos partes en un espacio y tiempo concretos.

Lo que estaba claro, que uno se puede esforzar mucho, dejar todo en la pista de tenis como diría mi amigo Jesús, que sino pelean a tu lado o luchan con el mismo esfuerzo será difícil que el agua llegue al mar.

Pero, ¿rendirse? No se trata de quien lleva razón o no, quien es mejor que el otro sino en acordar algo que compense todo el camino recorrido.

Hacerlo bien o como siempre

Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible y cada vez tenía muy claro que así era en mi caso con Margarita, pese a que nunca pueda verlo por su invisibilidad y por mi daltonismo, el hilo de conexión nunca desaparece y permanece constantemente atado a los dedos, a pesar del tiempo y la distancia que últimamente nos habíamos dado Margarita y yo mismo. Mi intuición es que estábamos dentro de este cuento oriental. Las aguas de los ríos pueden a veces separarse, en ocasiones desaparecen cauces pero nadie duda de que siempre acaba en el mar. De nosotros dependía hacerlo más fácil.

El desencuentro con ella era evidente, pensábamos de manera diferente y ambos lo sabíamos, pero igualmente también sabíamos de nuestra conexión tal cual agujero negro. Éramos muy conscientes que nos teníamos una fuerza gravitatoria difícil de salvar. Mi reflexión, ¿seguimos peleando o encontramos un punto común a ambos? Esa manera de ver las cosas distintas era a la vez lo que también nos atraía el uno del otro.

Teníamos dos opciones, hacerlo como siempre o hacerlo bien.

Margarita tenía un alto liderazgo y su manera de pensar no admitía capacidad de negociación “porque lo digo yo” así como su famoso “No”, esto generaba conflicto, y es algo que mis padres me enseñaron a evitar desde pequeño. Por otro lado tenía mi manera de pensar y no me quería sentir un “pelelé o vainas” en sus manos en base a las cada vez discusiones más elevadas y más constantes.

El esfuerzo que había puesto en cambiar Karpal no era poco y había lanzado muchas iniciativas, pero al final como os enseñaba querido lector en mi anterior post de “actitudes en la vida con agua caliente”, no puedes cambiar si no quieres cambiar “para poder hacer el café tienes que poner los granos y calentar el agua”. Sino todos los esfuerzos serán en vano. El cambio debe estar apoyado y lanzado de arriba abajo, sin nuestros jefes, poco podemos hacer por cambiar.

Victima seguía r que r con su manera de actuar. Creo que cada día que pasa estaba más feo.

En conclusión pese a diseñar el camino seguíamos como siempre.

 

 

¿Cómo cambiar lo que no cambia?

Todos sabíamos que teníamos que cambiar o que leemos artículos en Linkedin donde nos presentan sus increíbles historias de empresas en que todo es maravilloso, la gente está motivada y trabajando lo justo porque todos se apoyan. A veces creo que todos pensamos que es como las ofertas de 1€ de Ryanair, que todo el mundo conoce a alguien que se fue a Berlín por ese precio más tasas, pero que a nadie le ha pasado, ¿o sí?.

Los protagonistas reaccionaban de diferente manera.

Rottenmeier no tenía necesidad de cambio, su vida era muy estable y con que saliera a su hora o que sus uñas permanentes no se estropearan, tenía más que suficiente. El olor a laca cada día al entrar en la oficina era tremendo. Si tardas en cambiar tal vez todavía es más difícil hacerlo. Florencio contaba los días cuál cárcel para el retiro y aunque amaba su trabajo por encima de muchas cosas (por supuesto nunca por encima de su Real Madrid), reaccionaba con recelo a cualquier modificación de su día a día. Margarita como Manager estaba en su zona de confort aunque fuera a costa de las 14 horas que trabajaba al día, esto hacía justificar su compromiso con los demás de esta manera tan arcaica. La ineficiencia se puede disfrazar de más horas en la oficina y parece comúnmente aceptado porque nadie lo cuestiona. Víctima, con un grano nuevo en la cara aún más repulsivo, a cualquier propuesta lanzaba su más fiera crítica justificada o no. Creo que a este señor en vez de traerle al mundo una cigüeña lo trajo un buitre.. Pedro, inconformista por doquier, siempre veía maneras distintas de enfocar las cosas y quería cambiar modos de trabajo pero que por estos caracteres siempre se veía en esos partidos de tenis donde sabes que estás jugando muy bien, casi por encima de tus posibilidades, pero que tarde o temprano te van a ganar igualmente. Esto no lo quería pues siempre sale a ganar, como compartía con su amigo Jesús, nunca salgo a la pista para lanzarla a la red y sí, soy competitivo.

¿Qué hacer? – Reflexiona Pedro

No eran pocas las ideas que Pedro había propuesto a Margarita para mejorar las cosas, la tensión sexual entre ambos hacía que al menos siempre fueran escuchadas, pero unas veces por el día a día, otras por la burocracia y por ese listado de prioridades en que el cambio siempre aparece en la parte final, nada se llevaba a cabo.

¿Me habré equivocado en firmar con Karpal? – Sabía que no, pero muchas veces en el trasbordo donde realicé la entrevista perfecta me preguntaba si elegí bien.

No voy a cambiar a los demás sino cambio yo mismo, por fin me lancé a pensar. En primer lugar, por mí mismo, sobre cómo enfocar estos mini fracasos a los que tenía que enfrentarme cada día cuando alguno de mis compañeros sacaba sus egos ya arraigados. Todo camina al final, como me dijo Florencio, y mientras los resultados salgan, qué más dá.

Amigo Florencio – Dije con una amplia sonrisa.

Un día, los resultados por cualquier razón no serán los esperados, y no estaremos preparados para actuar de otra manera. – Continué diciendo esbozando aún más mi gesto.

¿Cuántas empresa habían caído así presas del éxito o de no saber enfocar los cambios?

¿Cuántas te pregunto directamente querido lector? Más que Ryanair a 1€ desde luego.

Es por eso que el cambio debe ser tan prioritario como contestar un correo a un cliente, hablar con Margarita que cada día me gustaba más o entregar los informes que siempre tienen fecha.

¡¡¡Qué guapa es y cómo le queda la falda con los tacones!!!! – Pensaba hacia Margarita.

El camino no era fácil pero intenté seguir los pasos:

1- Identifique qué cambiar a corto plazo: algo que sea sencillo, y aporte retorno de inversión casi inmediato a los protagonistas de mi película. Así, junto con recursos humanos, compré un tablero enorme cruzado en ejes por meses y departamentos donde con post it cada uno de nosotros ponía los proyectos donde estaba. El retorno fue una comunicación más allá de nuestros @.

2- Cuantifiqué lo que quería hacer. No quiero que mis objetivos sean resultados que formen parte de mi día a día, no me requieran esfuerzo y que se deje su resultado a la subjetividad de los agentes. Es por eso que quise ponerme un top ten de cosas con resultados medibles, tuve que volver a ciencias y números, para poder saber si lo había conseguido. Igual quise hacer con mis compañeros de departamento.

3- La táctica era esencial. Acompañado a estos objetivos, quise poner cómo alcanzarlo, claro que esto podía y debía cambiar pues las realidades cambian. En esto quise apoyarme en formación y en profesionales que ya han pasado por estos procesos.

4- Me puse un “sweet reminder”, para que nada de lo que pudiera pasar a lo largo del día pudiera hacerme perder el foco sobre los puntos que ya había acordado conmigo mismo para cambiar a los demás.

5- Celebrar los éxitos. Era importante, no por los demás, sino por mí mismo que cada acción que consiguiera lo festejara a ser posible con todos ellos. Siempre Víctima era el más complicado, pero en el fondo todos podríamos hacer por cambiarlo.

Nada puedo hacer por cambiar a mis compañeros pero si puedo hacer por cambiar yo para que esto les cambie. Así, día a día, mis transbordos en metro de camino a Karpal, iban siendo siendo más felices, y sólo por esto ya me había merecido la pena. El camino no sería fácil pero ya había empezado lo que tantos de nosotros habían llamado karpalamiento.

Coge la espátula, le dije a mi compañera, que vamos a deskarpalar. Dije riendo.

Era consciente que esto no era sólo mío, necesitaba ayuda, la de todos, pero habría alguien que nos tenía que facilitar nuestros propios cambios. ¿Quién sería?

¿Para qué cambiar? – Preguntó una vez Margarita.

Para ser más felices – Respondí sin casi pensar

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Actitudes en la vida con agua caliente

Pedro estaba lleno de desafíos y se sentía capaz de enfrentarse como el mejor de los soldados. Comprendía que había elementos, entre ellos Víctima, que hacían que tuviera que enfrentarse a retos casi diarios. Un paso en falso sería aprovechado por Víctima para cargar su negatividad y no obtendría más que apoyos de la compañía y departamento.

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Margarita asistía al desafío desde la distancia, no debía más que dejar hacer, pero se preguntaba si Pedro sería un gemelo de Víctima con el tiempo o por el contrario Víctima podría recuperar su “family name”.

En el fondo Pedro y Víctima son las dos actitudes del ser humano frente a la vida: la actitud franca y la defensiva. Cada una de ellas representaba las dos maneras de enfrentarse ante la vida.

Pedro

 

  • Hablaba de ideas nuevas.
  • Creaba iniciativas
  • Miraba siempre un lado optimista. Siempre ve el vaso medio lleno, no medio vacío.
  • Ayudaba a sus compañeros incluso si tal vez no le correspondía.
  • Encontraba el lado positivo de las cosas
  • “La vida es estupenda…”
  • Daba solución a cada situación

 

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Víctima

 

  • Habla de los demás, nunca acaba el tema de opinar sobre el otro.
  • Critica
  • Disfruta con la sorna
  • Todo es negativo. El vaso siempre está medio vacío, nunca medio lleno.
  • Pesimista por naturaleza
  • “La vida es un asco…”
  • Me quejo de todo
  • Sabe que nadie sabe hacer su trabajo

 

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Víctima era más feo que Picio, nunca pasó el casting de First Dates ni en la categoría de frikis, y ya tenía cerca de cuarenta primaveras. Sin embargo, pese a la edad pocos hombres habían nacido con tal narizón, picaduras de viruela, orejas y barba tirando a hipster quedándose en pocos pelos distribuidos. Su boca tenía forma un tanto irregular, lo cual beneficiaba su dentadura propia de fumador empedernido, consiguiendo sorprendentemente que su labio inferior fuera más grande que el superior. Su corteza era tosca y tan pronto te acercabas a él aparecían sus imperfecciones. Luego venía la voz, mejor dicho su tono, propio de juntar un cuchillo con un cristal. Sin duda, todo un espectáculo de hombre.

Pedro en cambio era oportuno, discreto, atractivo, ingenioso y persuasivo.

¿Qué podría hacer para ser Pedro? – Se preguntaba en el fondo Víctima.

Me temo que no era sólo cuestión de personalidad.

Reaccionamos de diferente manera, tal vez como si fuéramos granos de café, huevos o zanahoria cuando nos enfrentamos al agua caliente de nuestro trabajo. Así un huevo se pone duro e impermeable, una zanahoria se vuelve blanda y frágil y pocos en ocasiones son granos de café que hacen cambiar la realidad hacia a un color distinto. ¿tu qué eres?

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Víctima o Cambio

Los días transcurrían complicados en Karpal. La acogida no había sido la esperada: todo cambio y claro, yo mismo, era algo que parecía molestar a todos aquellos que vivían en la cómoda armonía de hacer siempre lo mismo. La competición con Margarita continuaba, era divertido, pues si en algún momento aflojaba el interés hacía llamar mi atención con un gesto o una mirada, sin embargo sabía manejar mis armas pasando días sin casi dirigirle la palabra salvo para lo estrictamente necesario. Era un juego atrayente, absurdo por otra parte, pero que en el fondo nos tenía enganchados.

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El manual de acogida fue el ensayo y error lo cual hacía disparar las bromas de cualquier tóxico que estaba en la oficina.¿Cómo puede ser que nadie me explique como se hacen las cosas? Pensaba cada día al salir del trabajo.

Me planteé dos opciones. La primera era entrar en la batalla o el conflicto por mejorar las cosas y la segunda, la cual decidí elegir, era la de acercarme a todos mis compañeros desde el trabajo y el esfuerzo, que además, era el papel que mejor sabía interpretar.

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Florencio canturreaba cada día y disponía de un humor excelente. Su carácter hacía que me aferrara a cada uno de sus detalles que conseguían esbozar siempre una sonrisa. Rotenmeyer por otro lado no hacía más que hacerse la víctima con el inteligente pretexto de no tomar decisiones respecto a sus compañeros y ser sumisa delante de sus jefes, pues su único objetivo era asegurar su jubilación. No podía ocurrirme como a mis compañeros, me pagaban por ello, y aunque no fuera reconocido por ninguno de ellos tenía que pasar a la acción, era el protagonista de este blog, pero también de la empresa.

Mi compañero, Víctima como quiero llamarlo a partir de ahora, tenía la virtud de quejarse y prestaba atención a todos los factores en los que sabía que no podría influir. Se ve en sí mismo como alguien que sufre las consecuencias de circunstancias externas.

Era así fácil escucharle decir:

  • Nos falta financiación.
  • Marketing no hace bien los desarrollos.
  • Tiramos el dinero en cosas absurdas.
  • Nuestro producto es el peor del mercado.

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Era sencillo compartir con Víctima una reunión pues el problema nunca tenía que ver con él pero en cambio sí era sufridor del mismo y además la perfecta justificación de su ineficiencia o falta de resultados. “A mi que no me digan nada eh, que suficiente tengo yo con hacer lo que puedo”. Los problemas son consecuencia de los demás y de sus acciones. Sus explicaciones le tranquilizaba a sí mismo y podía mantener la ilusión en su inocencia cuando se enfrentaba a su fracaso.

Víctima llevaba 18 años en la empresa y presumía de sacrificio, casi hasta la repetición de una persona mayor, por haber desarrollado un proyecto por la noche durante casi dos años mientras viajaba de aeropuerto en aeropuerto sin que nadie muchos años después se lo agradeciese ni en forma ni por supuesto económicamente.

Pedro, decidido protagonista, prestó atención a los factores a los que podía influir. Se veía a sí mismo como alguien que puede responder a las circunstancias externas e internas de la empresa. Cuando Pedro veía que algo salía mal, trataba de entender qué podía hacer para corregir los errores. Sus palabras debían de ser elegidas, como el mejor coach, pues para pedir explicaciones a Víctima utilizaba estrategias tales como “¿Qué os parece si hacemos….?” ¿Cómo crees que puede esto mejorar?. El resultado ya lo sabía de antemano, la negatividad.

Más vale un mal acuerdo que un buen pleito. Como siempre dice mi primate abogado.

Las organizaciones son como los animales, están obligadas a cambiar o desaparecen.

La zona de in-confort

Me enfrentaba al reto del cambio. Todos apreciamos el cambio como una mejora, siempre que sea llevado como tal, pero ¿cuántos lo asumimos como nuestro día a día?. Cada enero o septiembre nos evocan a un cambio: desde nuestra alimentación, nuestro deporte o hasta la colección más extraña que podamos realizar pero, ¿cuántos hacemos que perdure en el tiempo?

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Recuerdo además como mi profesor Charly de tenis me intentaba hacer pegar el drive más plano que liftado, era fácil hacerlo en el primero, segundo y hasta tercer golpe, pero instintivamente cambiaba al liftado, el golpe que llevaba muchos años haciendo de la misma manera.

Todo esto pensaba en mis primeros días en Karpal mientras observaba a los nuevos actores de mi película laboral.

Mientras, las miradas llenas de significado se sucedían con Margarita, aunque con traducciones, a mi entender, muy diferentes. Había días de gestos Mr. Wondeful que me sobresaltaban y otros donde la indiferencia era su bandera. Todo obedecía a su definición de mujer alfa.

“Se trata de una mujer talentosa, altamente motivada, que confía en sí misma y que no se encuentra limitada por su sexo; primero se define como persona y luego como mujer”.

La mujer “alfa” tiene todas las de ganar. “En la empresa es líder y admirable. Es poderosa, sobresaliente, divertida, segura de sí misma y se mantiene siempre íntegra”.

Lo peor sería demostrarme que me quiere cerca o que no puede vivir sin mi; “una mujer como Margarita no se siente posesiva o celosa porque ella no está necesitada”. Tampoco me asfixiaba o me colocaba en un pedestal. Sabe que cualquiera sería afortunado de estar en Karpal. Entonces, “si un hombre no la busca, el que pierde es él y no ella”.

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Por todo ello me decidí una mañana.

  • Margarita, ¿comemos juntos?. Dije con mi mejor sonrisa.
  • Hoy no puedo, pero ¿qué tal mañana? Respondió no dejando entrever su sorpresa pero a la vez el sentirse seducida por mi iniciativa.

Al medio día siguiente elegí un restaurante por El Tenedor que tenía muy buenas referencias y que no quedaba lejos de la oficina. No quería que aparentara ser una cita pero tampoco un bar de menú del día y manteles de papel, donde por cierto, mejor se come muchas veces.

  • ¿Qué tal estás?. Pregunté interesándome por algo más allá que nuestro trabajo.
  • Bien, a veces el día te consume, pero con ganas de seguir hacia delante. Esbozó una sonrisa, esa que tanto me conquistaba, ¿Cómo ves el ambiente de trabajo y todo en general?
  • Bueno, para eso tendríamos mucho tiempo de qué hablar, no me ha sorprendido, pero si te sirve mi opinión me gustaría enfocar nuevos procedimientos de trabajo en los profesionales de la compañía para sacarles de su zona de in-confort.
  • ¿In-confort? ¿Qué quieres decir?. Preguntó Margarita intrigada.
  • Creo que el trabajo siempre sale, pero a base de rutinas a veces tóxicas y a realizar más esfuerzo del que necesitamos que sin duda afecta a nuestra eficiencia.
  • ¿Tóxicas? Su cara denotaba sorpresa.
  • Ya sabes a quién me refiero. Afirmé con seguridad. Necesitamos dar motivaciones para que el esfuerzo sea el mínimo y los resultados sean los mejores. Pero para ser una primera comida juntos creo que el resto no deberíamos hablar de trabajo, pues estamos en nuestra hora de descanso.
  • Vale, por cierto, Qué bonito traje y sobre todo corbata. ¿De dónde es? Afirmó seductoramente Margarita.
  • No lo recuerdo la verdad, creo que fue un regalo. Sí sabía de dónde era, del Lidl, pero la verdad es que daba la sensación de tener mucha más clase.

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El resto de la comida hablamos de lo que hacíamos el fin de semana, los viajes que pudimos descubrir como una de nuestras pasiones comunes o el último libro que habíamos leído de Paul Auster. Margarita cada día me gustaba más, no podía engañarme a mí mismo, pero a la vez sentía la sensación de alejarme por la zona de in-confort en la que me metería si había algo más que sonrisas y seducción entre ambos.

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El entusiasmo

Me consideraba independiente, no necesitaba de nadie y era muy fuerte, pero sin darme cuenta recordaba que el hombre es un animal social y que pronto tendría que hacer que Rottenmeier o Florencio fueran mis seleccionadores en el trabajo del día a día. No descarté al resto, compañeros de diferentes modelos y comportamientos, pero creía haber identificado a aquellas personas seguramente no por organigrama, pero sí por estrategia harían que mi acogida en Karpal fuera mejor.

Riesgos

La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente. Ellos sabían hasta el último escondite y truco de la empresa, no se los iban a entregar a cualquiera alegremente, pero debía encontrar la manera de ganar su confianza con algo que les diera valor.

Valor

Todo esto era sencillo pero ¿Qué les podía dar un mocoso, de seguramente 20 años menos en el mejor de los casos, para hacer más fácil su vida en la empresa? Todo esto con la particularidad de que para muchas de nuestras tareas debería hacer de Jefe.

Entonces tuve que realizar el mejor análisis de necesidades, todo esto sucedía mientras cumplía mis tareas, no sin errores, en mi primera semana en la empresa. Sabía del examen constante de mis compañeros y que el margen de error sería mínimo con la necesidad que todos tenemos de encontrar un apodo que responda a nuestras preguntas con certezas o ambigüedades. Lo define bien wikipedia: “Nombre que suele darse a una persona, en sustitución del propio, normalmente tomado de sus peculiaridades físicas o de alguna otra circunstancia”. No lo sabía pero estaba ante un examen constante que en función del tiempo se iría relajando.

Poca observación y muchas teorías llevan al error. Mucha observación y pocas teorías llevan a la verdad.

Entonces anoté en mi agenda las frases que se podían escuchar y que seguro todos hemos tenido presente de una manera u otra.

  • Margarita no es de fiar, como alguien no esté de su parte, hará lo imposible hasta hacer que salga de la empresa.
  • Aquí nadie comunica nada.
  • No se cumple lo que se promete.
  • La gente hace lo justo, aparenta cuando están los jefes y en cuanto pueden se les cae el boli.

Ganas de opinar tenía, de mostrar mis ideas y prejuicios más allá cuando se tocaba la motivación, pero quería saber de dónde se partía y qué podía hacer al respecto.

Entonces recordé ese pequeño truco de coaching que me hacía preguntar de manera distinta y sin enjuiciar, sustituir el por qué por el qué. ¿Qué hace que Margarita no cumpla sus promesas?

Si es cierto que una vez entras en una empresa con una ilusión máxima, comentarios así pueden hacer que te derrumbes, ¿dónde me he metido yo?, pero debía ser empático y saber que lo mejor que podría hacer con mis compañeros es demostrar lo que creía como una de mis mejores cualidades. El entusiasmo está profundamente arraigado en la capacidad de elegir, no en las circunstancias. Para quien siente entusiasmo, la mejor manera de predecir el futuro es crearlo.

  • ¿Qué tal los primeros días? – Me preguntó Margarita intrigada – Disculpa no nos hayamos podido reunir aún para delimitar tu puesto pero la definición de la política del año me está absorbiendo desde la dirección general.
  • No te preocupes, tendremos la oportunidad, además puede ser más interesante hacerlo con las cosas que he identificado, sin hacer cambios radicales por supuesto, para mejorar lo que tenemos que no es poco. – Entonces guiñé el ojo.

Es como si Margarita me adivinara el pensamiento, porque, apenas nos miramos a los ojos, sonreímos.

No comencé cuando nací, ni cuando fui concebido. He continuado creciendo, desarrollándome, a través de miradas incalculables de momentos. Todos mis anteriores yoes tienen sus voces, sus ecos y sus impulsos pero poco tienen que ver con el actual o digamos que es la suma de todos ellos los que hacen llegar a mi yo hoy en día, si bien se que mi yo se retroalimenta con la experiencia en momento de cada vivencia.

Promesa

Estaba ante mi yo actual, la generación de mi entusiasmo y el reto de cambiar la situación. Si he sido capaz de cambiar otras veces, ¿qué puede hacer que esta vez no lo consiga?.

Además este reto era doble y no está exento de peligros, pues el gran amor y los grandes retos requieren riesgos.

reto

Ahora empieza la selección

Ahora empieza la selección

– Margarita, eres todo lo que había soñado hasta ahora – Dije mirando sus ojos

– Pedro, no quiero separarme nunca de ti – Pude ver su respuesta cómplice.

Ringgggggggggg

Un hombre vive de sus miedos, porque son ellos los que crean las brillantes ideas del ingenio o las pesadillas más terribles de la especie humana.

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Como un martillo en el tímpano retumbó en mi cabeza el despertador. Aunque despierto, estaba todavía aturdido cuando me di cuenta de que debía prepararme para empezar a trabajar en Karpal. Pude recordar las recomendaciones de mi amiga Ruth sobre qué corbata y qué camisa elegir, no podía fiarme de un despiste de mi daltonismo genético. Aún recuerdo episodios del instituto donde tenía que volver corriendo a casa por las risas de mis compañeros por las confusiones entre el azul y el verde.

No podía fallar y por eso escogí el azul, si ya lo eligió Zuckerberg para Facebook, yo también quería probar a tener el mismo éxito.

Elegí cuidadosamente la fruta y los cereales que más me gustaban, tenía que tener energía y fui directamente a alcanzar el café de intensidad alta que mi cafetera (no precisamente de última generación) había preparado, pues cuando me levanto también tengo que despertar a mis pulsaciones.

Quería causar buena impresión, por eso cogí el perfume de los sábados y los ligues, para dejar huella una vez ocupara el que iba a ser mi hueco durante muchas horas en los próximos años.

En el metro podía ver a los que iban a ser mi compañeros de viajes durante mucho tiempo, cada uno de ellos con su vida, unos con su móvil echando humo con aplicaciones de todo tipo, otros con un libro sensacionalista, otros con un sudoku infernal y otros con un libro de autoayuda que tal vez solucionara problemas que no tenían remedio. Preferí a diferencia del resto limitarme a disfrutar de la observación de esa katarsis de sensaciones que cada uno de ellos me inspiraba y podía disfrutar con su imagen o lo que me evocaba lo que les depararía el día.

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Era por tanto mi propio master de personas y valores. Es seguro que los campesinos más ignorantes y estúpidos, o los niños, o incluso las bestias salvajes hacen progresos con la experiencia y aprenden las cualidades de los objetos naturales al observar los efectos que resultan de ellos.

Portaba un maletín, como si estuviera en el cole, con ese cuaderno de notas que siempre te sobra y con el típico juego de pluma, bolígrafo y lapicero que te regala mamá cuando no sabe que regalarte el día de tu cumpleaños. – Por fin tenía sentido su regalo.

Subiendo a la oficina pude encontrarme con Rotermeller.

– Qué alegría Pedro – Exclamó con un timbre de voz desagradable.

– ¿Cómo estás? – Sabía que el proceso de selección empezaba ahora y ganarse a la secretaria era uno de mis primeros retos. Empezaba con aquellos trabajos que no vienen en un correo electrónico donde te solicitan algo o en el sistema de gestión que forma parte de tus funciones y responsabilidades.

Margarita estaba increíble, la podía imaginar eligiendo su mejor traje de chaqueta y sus preciosos zapatos de tacón (que hacían escapar mis miradas más esquivas), pensando en mí, al igual que yo había hecho escogiendo mi mejor corbata, pensando en ella.

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Nos dirigimos al que iba a ser mi puesto donde pude ver mi ordenador recién instalado con un manual de bienvenida de más de 400 páginas – ¿alguien se lee esto? – con informaciones relevantes como el organigrama de la empresa y otras que pronto olvidaría sobre el punto de encuentro en cuanto a una posible evacuación.

– ¿Te apetece un café? Preparan uno riquísimo en el corner de la oficina. – Preguntó cariñosamente Margarita.

– Claro, cómo no! – No es que fuera lo que más me apetecía después del de casa, pero sabía del acto social que correspondía.

Mientras nos dirigimos a la cafetería a izquierda y derecha me fue presentando a toda persona que nos cruzamos. Creo que desconecté a la tercera de ellas, sólo recordando aquellos nombres particulares,  como por ejemplo Florencio, de administración de personal, que era un sabio de no menos de 200 años que seguro me daría toda la información oficial y no oficial y Desamparados, de sistema de gestión, que probablemente me ofrecería lo necesario para estar cuanto antes en el engranaje de la empresa

Sabía que aunque no recordara ninguno de sus nombres ellos sí lo harían conmigo respecto a cada detalle, por eso quería irradiar seguridad y la mejor de mis sonrisas.

La información que me daba Margarita era extensa y ardua, no esperaba menos, pero estaba deseando ponerme en materia. Mis miradas eran las justas y más después de la pesadilla que había tenido esta noche con ella. Debía centrarme en mi trabajo. Pocas horas después ya estaba en la soledad de mi sitio enfrentándome a mis primeros correos electrónicos.

Mi madre, aún me llama niño cuando vamos al médico. En la cartera del cole que me dejó de mi padre y que nunca se había utilizado, me dejó un yogur bifidus con una cuchara de plástico y una nota que me decía “aliméntate bien cariño”. Madre mía nunca mejor dicho. Arrugué rápidamente el papel con miedo a ser visto por mis nuevos compañeros; aunque dado a la ubicación, sería difícil ser visto por otros y por ello me decidí a comer el yogur que realmente estaba delicioso como ya apunta Coronado en su anuncios.

Una vez disfrutado el yogurt, me disponía a tirarlo cuando observé una perfecta circunferencia en mi zapato negro castellano. Se me había caído el puñetero coronado en toda la punta. ¿¡Cómo me limpio ahora!? Recordaba como mi madre de pequeño limpiaba con su saliva y un pañuelo cualquier mancha como si se tratara de un KH7, pero me temía que no tenía tales medios y sinceramente acceder al baño sin ser visto parecía un reto imposible.

bifidus

Entonces y sin darme cuenta llegó la solución.

Florencio, esbozando una sonrisa, vino a mi sitio con un puñado de servilletas y me recitó a la chaqueta metálica “Recluta patoso voy a hacer de ti un hombre, aunque sea más difícil que encogérsela a los negros del Congo».

Full-Metal-Jacket_

Sabía entonces que tenía mi primer compañero y seguramente el cómplice de mucho de mis trabajos. Había nacido una complicidad especial gracias al bifidus de mi madre y era consciente de que la selección de mis compañeros era parte de mis primeros trabajos.